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luz de la luna.
Lo cruzamos en unos veinte minutos, y volv� a dejar el aparato en autom�tico y empec�
a registrar la cabina, buscando en el compartimiento del panel de mandos y en las
gavetas. Encontr� una barra de chocolate de almendras y unos cuantos cacahuetes, con
lo que organic� un fest�n, puesto que estaba dispuesto a comer incluso mofeta cruda... la
�ltima vez que hab�a comido algo hab�a sido en Kansas City. Acab� con todo ello y volv� a
dormirme.
No recuerdo haber puesto la alarma del piloto, pero deb� hacerlo puesto que me
despert� justo antes del amanecer. El amanecer sobre el desierto es otro estimado don
para el turista, pero ten�a que ocuparme tanto de la navegación que apenas pude echarle
una mirada. Gir� el volante en �ngulos rectos durante unos pocos minutos para
comprobar el rumbo y la velocidad, y luego volv� a poner morro al sur, y finalmente hice
una se�al en el borde de uno de los mapas plegables. Con suerte, y suponiendo que mis
c�lculos sobre el viento fueran correctos, Phoenix deber�a aparecer a la vista en
aproximadamente media hora.
La suerte me acompa�ó. Cruc� una zona muy escabrosa y luego, bruscamente,
extendi�ndose hacia la derecha, apareció un amplio y llano valle desierto, con el color
verde de las huertas de regad�o y una gran ciudad en �l... el Valle del Sol y Phoenix. Hice
un p�simo aterrizaje en un peque�o y encajonado arroyo seco que conduc�a hacia el
ca�ón del r�o Salado; romp� una rueda y destroc� el rotor, pero no me importó... lo
importante era que no deb�an descubrir muy pronto el aparato, as� como mis huellas
dactilares... las huellas dactilares de Reeves, quiero decir. Media hora m�s tarde, tras
abrirme camino entre enormes cactus y todav�a m�s enormes pe�ascos rojizos, llegu� a
la carretera principal que conduce por el ca�ón hasta Phoenix.
Iba a ser una larga caminata hasta Phoenix, especialmente con un tobillo dolorido, pero
decid� no arriesgarme a parar un coche. El tr�fico era escaso, y durante la primera hora
me sal�a de la carretera y me ocultaba cada vez que pasaba alg�n veh�culo. Luego llegó
un momento en que me encontr� en medio de una larga recta y fui atrapado por un
enorme camión de transporte; no me quedó otro remedio que hacerle al conductor un
signo casual mientras me apoyaba en una pared de roca y pretend�a adoptar un aire
aburrido. El conductor paró suave y r�pidamente su trasto.
- �Subes, amigo?
Tom� una r�pida decisión.
- �S�, gracias!
Descolgó una escalerilla de duraluminio sobre el enorme neum�tico, y trep� a la
cabina. Me miró de arriba a abajo.
- �Hermano! - dijo, admirado -. �Fue un puma o un oso?
Hab�a olvidado mi aspecto. Baj� la vista y me mir� a m� mismo.
- Ambas cosas - respond� solemnemente -. Estrangul� a uno con cada mano.
- Lo creo.
- El hecho - a�ad� - es que estaba conduciendo un uniciclo y me sal� de la carretera.
Afortunadamente fue por el lado alto, pero lo destroc�.
- �Un uniciclo? �En esta carretera? �Todo el camino desde Globe?
- Bueno, a veces tuve que bajarme y empujar. Fue la cuesta abajo lo que me mató.
Agitó la cabeza.
- Ser� mejor que volvamos a la teor�a del puma y el oso. Me gusta m�s. - Dejó de
hacerme preguntas, de lo cual me alegr�. Estaba empezando a darme cuenta de que las
fricciones improvisadas conducen a ramificaciones insospechadas; nunca hab�a viajado
por la carretera que ven�a de Globe.
Tampoco hab�a estado nunca en un gran camión de transporte antes, y estaba
interesado en ver en cu�ntas cosas se parec�a por dentro a un crucero de superficie del
Ej�rcito... la misma cabina y tablero de mandos universal y los mismos mecanismos que
controlaban la tracción y velocidad de las ruedas motrices, muchos de los mismos
instrumentos se�alando la velocidad del motor, transmisión, relación de torsores y cosas
as�. Pod�a apreciarlo por m� mismo.
Pero me hice el tonto y le anim� a que hablara.
- Nunca he estado antes en uno de estos chicarrones. Cu�nteme cómo funciona,
�quiere?
Lo hizo, y yo escuch� con media oreja mientras pensaba en cu�nto tardar�amos en
llegar a Phoenix. Me demostró cómo aplicaba la potencia del motor y la dirección a las
ruedas simplemente con inclinar las dos palancas de velocidad, una en cada mano, y
luego discutió la econom�a de dejar que el diesel rodara a una velocidad constante
mientras �l aplicaba la potencia a cada uno de los dos lados seg�n la necesitara. Le dej�
hablar... mi primera necesidad era un ba�o y un afeitado y un cambio de ropas, de eso
estaba seguro; de lo contrario ser�a detenido por supuesta vagancia apenas fuera
observado.
De pronto me di cuenta de que me hab�an hecho una pregunta.
- Creo que entiendo - respond� -. Los waterburies impulsan las ruedas.
- S� y no - respondió -. Se trata de un sistema de transmisión electrodiesel. Los
waterburies sólo act�an como un sistema de engranajes, aunque no llevan dientes; son
hidr�ulicos. �Me sigues?
Dije que cre�a que s� (hubiera podido dibuj�rselos)... y se me ocurrió la idea de que, si
la Cabala necesitaba alguna vez con urgencia pilotos para sus cruceros, los conductores
de estos grandes camiones de transporte pod�an ser entrenados para ese trabajo en muy
poco tiempo. [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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