Más rápidamente que nosotros lo hizo el hombre de la cicatriz.
Al llegar al vestíbulo no vimos a nadie. Se habían esfumado.
Vamos a su casa, Pesca le dije . Tengo que hablar con usted
inmediatamente.
Pero, ¿qué es lo que ocurre? preguntó asombrado el hombre.
Sin contestarle, le llevé afuera. Por el camino pensaba que la inesperada fuga del
conde podía relacionarse con una próxima partida, y, por lo tanto, no teníamos
tiempo que perder.
Al llegar a casa de Pesca le conté a éste todas mis observaciones y terminé
diciéndole:
Ese hombre le conoce a usted, Pesca, y le tiene miedo. Puedo asegurarle que es
un hombre que teme muy pocas cosas. Aquí hay un motivo poderoso que me
interesaría conocer. Sé que ha salido usted de su país por causas políticas. No me
las ha confiado usted nunca, pero le ruego que mire a su pasado y vea si entre sus
recuerdos hay alguno que pueda explicarnos el terror de este hombre.
Walter me dijo temblando , usted no sabe lo que pide.
Me miró como si un tremendo peligro nos amenazara, y se descompuso su rostro.
Perdóneme le dije si evoco recuerdos penosos para usted. Nunca lo
hubiera hecho si no se tratara de reparar la injusticia que se ha cometido con mi
esposa. Por esto me atrevo a pedirle este sacrificio.
Solemnemente me contestó:
Walter, cuando me salvó usted la vida le dije que podía disponer de ella como
quisiera. Ahora me lo exige usted y no retiro esa promesa. Escúcheme, pero no
veo qué relación pueda haber con lo ocurrido esta noche. A ver si usted puede
encontrarla.
En italiano, porque su estado le impedía hacerlo en inglés, me dijo:
Desconoce usted los motivos que me obligaron a abandonar mi patria. Mi
destierro no ha sido decretado por el gobierno. Probablemente haya usted oído
hablar de sociedades secretas. Durante mi estancia en Italia pertenecía a la más
poderosa de todas, y hoy, en Inglaterra, pertenezco aún. Llegué aquí enviado por
mi jefe. Hace muchos años, mi exceso de celo y mi irreflexión hicieron que la
sociedad temiera comprometerse conmigo, y por esta razón me enviaron aquí,
diciéndome que aguardara. No sé cuándo me llamarán, pero estoy dispuesto a
cumplir con lo que se me diga. Pongo mi vida en sus manos, diciéndole en
nombre de la sociedad: Tenga usted en cuenta que si se sabe esta confidencia mía
a usted puedo considerarme hombre muerto.
Para no perjudicar a mi amigo, llamaré la Hermandad a esta sociedad, callándome
su verdadero nombre.
Su objeto continuó Pesca es destruir la tiranía proclamar los derechos del
hombre. Sus principios son dos Mientras la vida de un hombre sea útil a la
sociedad, o indiferente por lo menos, tiene derecho a disfrutarla. Pero si envuelve
un peligro, es una acción laudable arrebatársela. Ustedes, acostumbrados a varios
siglos de libertad, no pueden comprender esto. Durante el reinado de Carlos I,
ustedes, los ingleses, nos hubieran hecho justicia. Ahora les ruego que no nos
juzguen.
Hablaba con entusiasmo, pero en voz baja, como si temiera que le oyesen.
Las leyes por las que se rige esta sociedad la hacen distinta de todas. El jefe
supremo está en Italia, y cada nación tiene un presidente. Este y su secretario
conocen a todos los miembros, pero éstos entre si se ignoran. Todos los socios
llevan una marca que dura tanto como su vida. Ya se nos advierte al ingresar en la
sociedad que si la traicionamos nos condenamos a muerte, y en un caso así no hay
ley que nos salve. Cuando estuve en Italia, yo fui secretario. Todos los individuos
de la sociedad desfilaban ante el jefe y ante mí.
No sé por qué, preveía una solución a todo aquel misterio. Pesca se había quitado
la levita y arremangado la camisa.
Le he dicho que tenía confianza en usted me dijo . Vea la marca que nos
identifica.
En la parte superior del brazo tenía una quemadura circular del tamaño de una
moneda de un chelín. Paso por alto los atributos que en ella figuraban.
Todo el que tenga esta marca en el brazo pertenece a la Hermandad.
Sin decir nada más, se dejó caer sobre una silla, ocultando su rostro entre las
manos.
En lo más profundo de mi corazón guardaré su secreto, Pesca. Jamás se
arrepentirá usted de ello. ¿Puedo venir a verle mañana?
Si, Walter, venga usted y comeremos juntos.
Buenas noches, Pesca.
Buenas noches, Walter.
VI
Mi primera impresión al salir a la calle fué que debía obrar consumo cuidado. No
tenía duda alguna con respecto al motivo que había hecho que el conde
abandonara el espectáculo. Estaba convencido de que la marca de la Hermandad
se encontraba en su brazo. Me lo demostró el terror que sintió al ver a Pesca. Es
fácil comprender el porqué el reconocimiento no fué mutuo. Aquel rostro afeitado
debió poblarlo una barba en otro tiempo, y tal vez los negros cabellos fueron de
otro color. Por otra parte, los años le habrían transformado.
Decidí tener una entrevista aquella misma noche. Si sabía el conde que su secreto
estaba en mi poder, no retrocedería la idea de deshacerse de mí. Me resolví a
hacérselo conocer por una tercera persona, con encargo de proceder
enérgicamente si en el plazo fijado de antemano yo no daba personalmente
contraorden. Llegué así a casa y me encerré en mi estudio. Le escribí a Pesca en [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]