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deliberada, detrás de ese «empezar a bajar» que sustituye a «emprender el
descenso», entreveo algo que me alienta. Escribo muy mal, pero algo pasa a
través. El «estilo» de antes era un espejo para lectores-alondra; se miraban,
se solazaban, se reconocían, como ese público que espera, reconoce y goza las
réplicas de los personajes de un Salacrou o un Anouilh. Es mucho más fácil
escribir así que escribir («describir», casi) como quisiera hacerlo ahora,
porque ya no hay diálogo o encuentro con el lector, hay solamente esperanza
de un cierto diálogo con un cierto y remoto lector. Por supuesto, el problema
se sitúa en un plano moral. Quizá la arteriosclerosis, el avance de la edad
acentúan esta tendencia  un poco misantrópica, me temo a exaltar el ethos
y descubrir (en mi caso es un descubrimiento bien tardío) que los órdenes
estéticos son más un espejo que un pasaje para la ansiedad metafísica.
Sigo tan sediento de absoluto como cuando tenía veinte años, pero la
delicada crispación, la delicia ácida y mordiente del acto creador o de la
simple contemplación de la belleza, no me parecen ya un premio, un acceso a
una realidad absoluta y satisfactoria. Sólo hay una belleza que todavía puede
darme ese acceso: aquella que es un fin y no un medio, y que lo es porque su
creador ha identificado en sí mismo su sentido de la condición humana con su
sentido de la condición de artista. En cambio el plano meramente estético me
parece eso: meramente. No puedo explicarme mejor.
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Nódulos de un viaje a pie de la rue de la Glacière hasta la rue du
Sommerard:
 ¿Hasta cuándo vamos a seguir fechando «d.J.C.»?
 Documentos literarios vistos dentro de doscientos años: coprolitos.
 Klages tenía razón.
 Morelli y su lección. De a ratos inmundo, horrible, lastimoso. Tanta
palabra para lavarse de otras palabras, tanta suciedad para dejar de oler a
Piver, a Caron, a Carven, a d.J.C. Quizá haya que pasar por todo eso para
recobrar un derecho perdido, el uso original de la palabra.
 El uso original de la palabra (? ). Probablemente una frase hueca.
 Pequeño ataúd, caja de cigarros, Caronte soplará apenas y cruzarás el
charco balanceándote como una cuna. La barca es para adultos solamente. Damas
y niños gratis, un empujón y ya del otro lado. Una muerte mexicana, calavera
de azúcar; Totenhinder lieder...
 Morelli mirará a Caronte. Un mito frente al otro. ¡Que viaje imprevisible
por las aguas negras!
 Una rayuela en la acera: tiza roja, tiza verde. CIEL. La vereda, allá en
Burzaco, la piedrita tan amorosamente elegida, el breve empujón con la punta
del zapato, despacio, despacio, aunque el Cielo esté cerca, toda la vida por
delante.
 Un ajedrez infinito, tan fácil postularlo. Pero el frío entra por una
suela rota, en la ventana de ese hotel una cara como de payaso hace muecas
detrás del vidrio. La sombra de una paloma roza un excremento de perro: Paris
 Pola París. ¿Pola? Ir a verla, faire l amour. Carezza. Como larvas
perezosas. Pero larva también quiere decir máscara, Morelli lo ha escrito en
alguna parte.
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4 de mayo de 195... (A.P.) A pesar de los esfuerzos de sus abogados y de un
último recurso de apelación interpuesto del 2 del corriente, Lou Vincent fue
ejecutado esta mañana en la cámara de gas de la prisión de San Quintín,
estado de California.
...las manos y los tobillos atados a la silla. El carcelero jefe ordenó a
los cuatro ayudantes que salieran de la cámara, y luego de palmear vincent el
hombro, salió a su vez. El condenado quedó solo en la habitación, mientras
cincuenta y tres testigos observaban a través de las ventanillas...
...echó la cabeza hacia atrás y aspiro profundamente.
...dos minutos más tarde su rostro se cubrió de sudor, mientras los dedos
se movían como queriendo librarse de las correas...
...seis minutos, las convulsiones se repitieron, y Vincent echó hacia
delante y hacia atrás la cabeza. Un poco de espuma empezó a salirle de la
boca.
...ocho minutos, la cabeza cayó sobre el pecho, después de una última
convulsión.
...A las diez y doce minutos, el doctor Reynolds anunció que el condenado
acababa de morir. Los testigos, entre los que se contaban tres periodistas
de...
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Morelliana.
Basándose en una serie de notas sueltas, muchas veces contradictorias, el
Club dedujo que Morelli veía en la narrativa contemporánea un avance hacia la [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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