lívido de terror y las piernas tambaleantes. Detrás de él se oyó un pesado galope. Un
enorme jabalináceo macho embistió a través del césped, con los restos de un cerco de
rosas alrededor del potente cuello. El hombre saltó a un costado para dejar pasar al
animal que desapareció en la espesura del monte, desde el cual se oyó el crujir de
árboles derribados.
Durante un instante los tres hombres permanecieron inmóviles, escuchando el ruido
como de trueno que provenía de las montañas; luego, como de común acuerdo, giraron
sobre sus talones y salieron corriendo. Nolan se encaminó directamente hacia la casa.
Fraswell se hallaba en la terraza del frente, con la cabeza erguida y una expresión
perpleja en el rostro; su hijo Leston estaba a su lado. El Director se sobresaltó al ver a
Nolan, luego bajó corriendo los escalones y se detuvo en seco para dejar pasar a un
jabalináceo que cruzó como una tromba frente a él.
¡Dios mío! Fraswell se echó hacia atrás, dio la vuelta y se encaminó nuevamente
hacia la casa. Nolan le bloqueó el camino.
Corra hacia el barco, le gritó.
¡Esto es obra suya! ¡Está tratando de matarnos a todos! vociferó Fraswell.
Papá, empezó a decir Leston en el momento en que dos hombres aparecían por un
costado de la casa. Uno de ellos llevaba un rifle.
¡Agárrenlo! señaló Fraswell a los gritos. ¡Es un fanático! ¡Es todo culpa suya!
No sea imbécil, Fraswell, cortó Nolan. Si usted está en peligro, yo lo estoy
igualmente...
¡Un fanático! ¡Quiere hundirme junto con él! ¡Agárrenlo! Fraswell se abalanzó sobre
Nolan seguido de los otros dos hombres. Empezaron a lloverle puñetazos hasta que cayó
al suelo. Una bota lo golpeó en el costado. Consiguió aferrarse al tobillo y el hombre se
desplomó encima 3e él. El otro bailoteaba tratando de apuntarle con el rifle.
¡Liquídalo! gritó el que Nolan había volteado, mientras se ponía de pie. ¡Dame eso!
Le arrebató el arma al otro y apuntó a la cabeza de Nolan. Fue el alto y esmirriado Leston
quien pegó el salto y desvió el rifle en el momento en que salía el disparo. La bala se
enterró en el césped detrás de Nolan.
Papá, no puedes... comenzó a decir el muchacho Fraswell le revoleó una bofetada
que lo hizo caer al suelo.
¡Un traidor en mi propia casa! ¡Tú no eres mi hijo. El fragor de manada que se
aproximaba era cada vez mayor. El hombre del rifle lo arrojó al suelo y corrió hacia el
muelle. Al aparecer más jabalináceos, Fraswell también pegó media vuelta y escapó,
seguido por sus dos hombres. Nolan se puso de pie, se fijó en el rumbo que llevaban los
animales y se precipitó hacia un grupo de arbustos espinosos silvestres que coronaban
una pequeña elevación de terreno cerca del camino que debía recorrer la manada salvaje;
de pasada se armó de una rama rota del devasta seto de gardenias. Los animales
conductores del rebaño estaban ya a menos de veinte metros de distancia cuan se detuvo
y los enfrentó, agitando la rama y gritando. Los animales dieron un respingo al sentir el
detestable olor y desviaron a sus compañeros hacia la derecha del sendero de arbustos,
directamente hacia el muelle.
Nolan se dejó caer sobre el pasto, recuperando el aliento mientras la manada pasaba a
su lado a todo galope; través de la nube de polvo alcanzó a distinguir el grupo que estaba
reunido en el desembarcadero y en la cubierta del barco.
Había un hombre en el muelle a Nolan le pareció q era Fraswell que gritaba y
señalaba algo en dirección la casa. Alguien desde el barco pareció responderle también a
los gritos. Aparentemente existía una diferencia de opiniones entre los superiores y los
subalternos de la UPH.
Hace falta otro empujoncito, murmuró Nolan, poniéndose de pie. Algunas hembras
viejas y rezagadas emergieron del bosquecillo. Nolan miró a su alrededor, arrancó un tallo
de coriácea y rápidamente lo descortezó. El olor intenso y acre se desprendió de su
interior. Se adelantó para interceptar a uno de los animales, agitando planta aromática y
salió corriendo al ver que éste lo seguía. Continuó avanzando mientras oía el pesado
galope sus espaldas. Gritó; más abajo, los hombres apiñados el muelle levantaron la vista
para ver cómo Nolan se precipitaba hacia ellos, seguido por el temible animal.
¡Socorro! vociferó ¡Socorro!
Los hombres dieron media vuelta y corrieron hacia la planchada. Fraswell aferró el
brazo de un hombre; este logró desasirse y huyó. Las figuras rollizas de Miltrude y el
Director se mantuvieron firmes durante un instante; luego pegaron la vuelta y se
precipitaron hacia barco.
Cuando se volvieron para mirar hacia atrás, se pudo oír el ruido de las máquinas del
buque que se ponían en marcha. Al llegar Nolan a quince metros del muelle, se tiraron la
planchada. Arrojó la rama a un lado en el momento en que el animal se detenía al lado de
él, cabeceándolo para obtener el suculento premio. Nolan emitió Ln penetrante alarido y
se dejó caer al suelo, mientras la bestia miraba cómo se alejaba la nave, masticando
pacíficamente su manjar.
Al llegar Nolan a la casa, se le acercó un jovenzuelo alto y delgado.
Este... yo... empezó a decir.
Leston, ¿cómo es que quedaste rezagado?, le preguntó al fin con tono ansioso.
Fue a propósito, balbuceó el muchacho.
No creo que tu padre vuelva, dijo Nolan. Leston hizo un gesto de asentimiento.
Quiero quedar anunció. Quisiera que me dé trabajo, Sr. Nolan.
¿Entiendes algo de agricultura, Leston? inquirió Nolan receloso.
No, señor, el chico tragó saliva. Pero estoy dispuesto prender. Nolan lo consideró
un instante. Luego le tenia mano con una sonrisa.
Es más de lo que puedo pretender, dijo.
Volviéndose, contempló arruinado, los cercos destruidos, las arboledas mutiladas, y
más allá los campos desolados.
Ven, empecemos ya, dijo. La peste ha terminado, tenemos mucho trabajo por
delante antes de que llegue estación de la cosecha.
PRUEBA PARA LA DESTRUCCIÓN
La helada lluvia de octubre castigaba el rostro de Mallory, mientras esperaba oculto
entre las sombras que daban acceso a un estrecho callejón.
Esto es ridículo, Johnny, murmuró el hombre pequeño y adusto que lo acompañaba.
Tú el hombre que esta noche tendría que haber sido nombrado Presidente Mundial
ocultándote al amparo de la noche mientras Koslo y sus matones beben champagne
en el Palacio Ejecutivo.
Es cierto, Paul, convino Mallory. Es posible que esté demasiado ocupado con la
celebración de su victoria para preocuparse de mí.
Y también puede que ocurra lo contrario, observó el hombre pequeño. Que no
permanezca tranquilo mientras sepa que tú sigues vivo y puedes oponértele.
Sólo faltan unas pocas horas, Paul. Para el desayuno Koslo ya sabrá que su elección
fraudulenta fracasó.
Pero si da contigo antes, éste será el fin, Johnny. Sin ti el golpe se desbaratará como
una pompa de jabón.
No pienso abandonar la ciudad, anunció llanamente Mallory. Es verdad que existe
cierto riesgo, pero no se puede voltear a un dictador sin correr algunos albures.
Pues éste de entrevistarse con Grandall no era precisamente necesario.
Será útil que me vea; ya sabe que estoy involucrado en este asunto. En silencio los
dos hombres aguardaban la llegada de su camarada conspirador.
A bordo del acorazado intersideral que navegaba a medio parsec de distancia de la
tierra, el cerebro autónomo combinado observaba el lejano sistema solar. [ Pobierz całość w formacie PDF ]