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frío, y los rayos del sol de la mañana se filtraron por entre los árboles...
Pero el despertar de aquella sombra no engañó a mi cuerpo, y al fin me sentí aliviado al
oír a Ganelón maldecir y desperezarse. Si no se hubiera despertado, tendría que haberle
despertado yo muy pronto.
Magnífico. Tiré ligeramente de las riendas y los caballos lo comprendieron,
deteniéndose. Fijé el freno, ya que todavía estábamos en una pendiente, y cogí una
botella de agua.
 ¡Hey!  dijo Ganelón mientras yo bebía  ¡Deja una gota para a mí!.
Le pasé la botella.
 Ahora conduces tú  le dije . Tengo que dormir un poco.
Bebió durante medio minuto, luego dejó escapar una exhalación explosiva.
 De acuerdo  dijo, saltando por la barandilla del carro . Pero espera un minuto. La
naturaleza me llama.
Se apartó del camino y yo me arrastré hasta la cama que había en la carreta y me tendí
donde él había descansado, doblando la capa hasta convertirla en una almohada.
Momentos después vi que saltaba al asiento del conductor, y se produjo una sacudida
cuando soltó el freno. Oí como chasqueaba la lengua y agitaba ligeramente las riendas.
 ¿Es de mañana?  me preguntó.
 ¡Dios! He dormido todo el día y toda la noche!
Me reí entre dientes.
 No. Estuve manipulando un poco las sombras  dije . Sólo dormiste seis o siete
horas.
 No lo entiendo. Pero no importa, te creo. ¿Dónde estamos ahora?
 Seguimos hacia el noreste  dije , estamos a unos treinta kilómetros de la ciudad y
quizá a unos veinte de la casa de Benedict. Nos hemos movido a través de la Sombra
también.
 ¿Qué tengo que hacer ahora?
 Simplemente sigue el camino. Necesitamos poner distancia por medio.
 ¿Todavía nos puede alcanzar Benedict?
 Eso creo. Por ello no podemos dejar que los caballos descansen todavía.
 De acuerdo. ¿Tengo que prestar atención a algo en especial?  No.
 ¿Cuándo te despierto?
 Nunca.
Entonces quedó en silencio, y mientras yo esperaba que mi conciencia se apagara,
pensé en Dará, por supuesto . Había estado pensando en ella todo el día.
Lo ocurrido no había sido absolutamente premeditado por mi parte. Ni siquiera había
pensado en ella como mujer hasta que estuvo en mis brazos, momento en que revisé mis
pensamientos al respecto. Un momento más tarde mis nervios espinales se apoderaron
de la situación, reduciendo al mínimo gran parte de las funciones cerebrales, como me
había explicado en cierta ocasión Freud. No podía echarle la culpa al alcohol, ya que no
había bebido mucho ni tampoco me había afectado especialmente. ¿Por qué me
empeñaba en echarle la culpa a algo? Porque de algún modo me sentía un poco culpable.
Ella era una pariente muy lejana, o sea que no era ese el problema. Tampoco creía que
me hubiera aprovechado de ella, ya que ella sabía lo que estaba haciendo cuando me
buscó. Eran las circunstancias las que hacían que me preguntase por mis motivaciones,
incluso mientras yacía a su lado. Cuando hablé por primera vez con ella y cuando la llevé
por la sombra yo pretendía algo más que ganar su confianza y trabar cierta amistad.
Trataba de minar algo de su lealtad, confianza y afecto hacia Benedict y transferirlo hacia
mí. Quería que estuviera de mi lado, como un posible aliado en lo que podría convertirse
en campo enemigo. Tenía la esperanza de poder utilizarla en caso de necesidad si las
cosas se ponían mal. Todo esto era cierto. Pero no quería creer que la había poseído
solamente con este fin. Aunque sospechaba que algo de eso había, lo cual me hacía
sentir incómodo y muy innoble. ¿Por qué? Yo había hecho muchas cosas que la mayoría
considerarían peores, sin sentir particularmente remordimiento. Me revolví intentando
rechazar una respuesta que ya sabía. Me interesaba por la muchacha. Así de sencillo.
Era diferente de la amistad que había sentido por Lorraine, con su elemento de mutuo
entendimiento entre dos cansados veteranos, o del aire de casual sensualidad que había
existido brevemente entre Moire y yo antes de que hubiera recorrido el Patrón por
segunda vez. Era muy diferente. La había conocido durante tan poco tiempo que era
totalmente ilógico. Yo era un hombres con cientos de años a la espalda. Sin embargo...
No me había sentido así en siglos. Había olvidado esa sensación. No quería enamorarme
de ella. Por lo menos ahora. Tal vez más adelante. No, tampoco. Era la persona opuesta
a la que necesitaba. Era un niña. Cualquier cosa que ella quisiera hacer, cualquier cosa
que encontrara nueva y fascinante, a mí me resultaría conocida y aburrida. No, era un
error. No podía enamorarme de ella. No debía permitírmelo...
Ganelón canturreaba horriblemente una melodía obscena. El carro saltaba y crujía,
mientras cubríamos un recodo ascendente. El sol cayó sobre mi rostro, y me cubrí los
ojos con el antebrazo. En algún lugar, el olvido me cogió con fuerza.
Desperté por la tarde y me sentí sucio. Tomé un largo trago de agua, vertí un poco en
la palma de la mano y me la pasé por los ojos. Me atusé el cabello. Contemplé nuestros
alrededores.
Estábamos rodeados de verdor, pequeñas arboledas y espacios abiertos donde
crecían hierbas altas. Todavía viajábamos por un camino sucio, duro y bastante parejo. El
cielo estaba despejado, excepto unas pocas nubes, y la sombra se alternaba con el sol
regularmente. Había una brisa ligera.
 De nuevo entre los vivos. ¡Bien!  dijo Ganelón mientras me instalaba en el asiento
delantero a su lado.
 Los caballos se están cansando, Corwin, y me gustaría estirar las piernas un poco 
añadió . También estoy hambriento. ¿Tú no?
 Sí. Dirígete hacia aquella zona sombreada de la izquierda y nos detendremos un
poco.
 Me gustaría ir un poco más allá  dijo.
 ¿Por alguna razón en especial?
 Sí. Quiero mostrarte algo.
 Sigue.
Continuamos aproximadamente un kilómetro, llegamos a una curva del camino que nos
orientó más hacia el norte. Al poco llegamos a una colina, y cuando la hubimos ascendido
apareció otra, aún más alta.
 ¿Quieres ir mucho más lejos? pregunté.
 Subamos a esta otra colina  replicó . Quizá podamos verlo desde ahí arriba.
 De acuerdo.
Les costaba a los caballos subir aquel desnivel tan pronunciado de la segunda colina, y
yo bajé a empujar desde atrás. Cuando finalmente llegamos a la cima, me sentí aún más
sucio por la mezcla de polvo y sudor, pero ya estaba completamente despierto. Ganelón
detuvo a los caballos y echó el freno. Entonces saltó al carro y subió a una de las cajas.
Quedó de pie, mirando hacia la izquierda, y se cubrió los ojos.
 Ven aquí arriba, Corwin dijo.
Salté la barandilla y él se agachó para darme la mano. Se la cogí, y me ayudó a saltar [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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